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Un eslabón cultural la danza puertorriqueña

La educadora Ingrid Zayas habla de su travesía como líder del grupo “Señorío Ponceño”, que ha mantenido viva la tradición del baile de época

5 de mayo de 2024 - 11:10 PM

El grupo Señorío Ponceño mantiene su esencia, de la mano de su creadora Ingrid Zayas (con vestido azul). (Sandra Torrres)

Ingrid Zayas Torres se enamoró de la danza puertorriqueña desde su juventud, al punto que dedicado gran parte de su vida a enseñar a otros la historia e importancia de este género musical que se caracteriza por la elegancia del baile que se popularizó en la isla para el siglo 19.

Su misión comenzó en la década del 80, a través de su participación en grupos folclóricos del área de Ponce, a donde se ocupó de transmitir sus conocimientos a los más pequeños, entre estos, los niños y jóvenes que sobrevivieron la tragedia del barrio Mameyes en 1985, y más adelante en el Centro Sor Isolina Ferré.

Así, la educadora continuó esparciendo su pasión en un renglón que transformó su existencia y que le ha permitido explorar su capacidad artística en el baile, teatro y el diseño de los imponentes vestuarios, entre otros talentos, incluyendo la narrativa y oratoria.

A sus 65 años, Zayas Torres repasa su trayectoria inspirada en la huella del maestro Juan Morel Campos, considerado el máximo exponente en este género musical ya que, más de la mitad de sus 550 obras, fueron danzas.

“Tomé clases de baile desde los 10 años y aprendí saxofón en la Escuela Libre de Música. Todo lo que tuviera que ver con arte, ahí estaba yo. Me encantaba y mis padres siempre me apoyaron, igual que a mi hermano Luis. Me interesé por la danza cuando empecé en la escuela Ponce High. Nos enseñaron en (Administración de) Parques y Recreo, pero la danza solita, no en pareja”, relató la maestra jubilada en artes visuales.

Sus ensayos están abiertos al público cada miércoles, a las 6:30 de la tarde, en el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira en la calle Cristina #70.
Sus ensayos están abiertos al público cada miércoles, a las 6:30 de la tarde, en el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira en la calle Cristina #70. (Sandra Torrres)

Su primer grupo de danza fue con el Centro Sor Isolina Ferré en el barrio Playa de Ponce, pues “me dieron la oportunidad de tener jóvenes de escuela superior”.

Más adelante, Ingrid empezó “a tener mi propio grupo de danza puertorriqueña y lo formábamos cinco o seis parejas, pero éramos un grupo independiente que nos reuníamos y comenzamos a presentarnos en diferentes actividades”.

“Entonces, me surge la idea de que el grupo perteneciera a una entidad, para que, cuando yo no estuviera, pudieran continuar con este proyecto. Hice el acercamiento a la señora Iris Torres del Centro Cultural Carmen Solá de Pereira. Quería tener un grupo de danza bajo una institución como esta en un lugar como este”, manifestó.

El proyecto comenzó en 2021, cuando surge Señorío Ponceño, un grupo de danza puertorriqueña integrado por nueve parejas que, cada semana se transforman para viajar en el tiempo a través del paseo y sus elegantes atuendos.

Sin embargo, el mayor reto no fue identificar a personas que estuviesen interesadas en participar del conjunto, sino que “fueron los detalles de la vestimenta, que es lo que nos da un poco de dificultad”.

“Pero entre mis habilidades, soy diseñadora de modas y fui buscando en la historia, buscando imágenes, fotos, en donde puedo ver las vestimentas y sigo escuchando, curioseando, hasta que logro conseguir unos modelos y hago las réplicas para que sea lo más exacto posible”, expresó al mencionar que sus integrantes provienen de Ponce, Sabana Grande, Guayama y San Juan.

“Recuerda que eran damas de la alta sociedad y era el momento exacto para presentar ante todos los caballeros e invitados, la indumentaria, y así supieran cuál era el nivel al que pertenecía dentro de la alta sociedad. Entonces, hay que cuidar desde los accesorios, el collar, el pelo que se debe llevar recogido y el ajuar”, recalcó.

Entre las anécdotas con Señorío Ponceño, resalta su participación en la Parada Puertorriqueña de Chicago, “en una actividad que se llama ‘De bandera a bandera’, en 2022″.

“Allí fuimos muy bien recibidos. La diáspora puertorriqueña estaba bien agradecida y contenta al compartir con nuestros hermanos toda esa historia de la danza puertorriqueña. Fue algo bien impactante, porque vimos gente llorando y gritar: ‘Yo soy de Ponce”, repasó.

“Imagínate cómo nos sentíamos nosotros, estando allí, extremadamente orgullosos de llevar un pedacito de lo que es la danza puertorriqueña, y un pedacito de esta isla y de este pueblo, a estas personas de la diáspora que, muchos de ellos, no tendrán la oportunidad de regresar a la isla”, lamentó.

Sus ensayos están abiertos al público cada miércoles, a las 6:30 de la tarde, en el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira en la calle Cristina #70.

“Yo tengo la oportunidad hasta que Dios me diga, voy a seguir con este legado igual que hizo Juan Morel Campos, que lo llevó hasta su máxima expresión. Yo quiero llevar este legado a su máxima expresión como ponceña, como amante del arte en todas sus expresiones, sobre todo en el baile”, confesó.

“Me siento como si viviera esa época y que esto es como un resurgir, en este siglo. Es un papel bien importante para mí porque yo quiero que otros se motiven, se inspiren y sigan mi ejemplo. Por supuesto, que lo hagan suyo porque automáticamente lo van a seguir promoviendo. Es verdaderamente mi sueño”, concluyó.

Origen de la danza puertorriqueña

Según los historiadores, el origen de la danza puertorriqueña proviene de la contradanza española y la contradanza cubana; la primera era más segura y lenta, mientras que la otra era más festiva y atrevida. El movimiento llegó a Puerto Rico cerca del 1840.

Para ese entonces, el gobernador don Juan de la Pezuela, prohibió ese tipo de movimiento corporal e intentó transformarlo, con el propósito de evitar algún atrevimiento entre el caballero y la dama; sino que prevaleciera el respeto.

Esto se debía a que el baile se consideraba escandaloso y sus letras eran abismalmente distintas a las piezas que popularizaron nuestros grandes compositores, entre estos, Morel Campos, nacido en Ponce, el 16 de mayo de 1857.

Zayas, en tanto, expuso que la imposición del mandatario “fue bien vista por la alta sociedad”.

“A esto se le atribuye el bailar en círculo para que todo el mundo pudiera observar. Por eso, la mano izquierda de la dama se coloca frente al pecho del caballero, cosa de que, si el caballero tratase de acercarse a la dama de una manera que no se debía, entonces, esta disimuladamente lo mantenía separado. Había que mantener la postura y el nombre de la familia”, contó.

Entre los secretos mejores guardados de la danza, se encuentra el lenguaje del abanico.

“Decían para esa época que una dama sin abanico era igual que un caballero sin espada. Por lo tanto, toda dama de la alta sociedad debía tener su abanico. Este accesorio no podía ser tocado por ningún caballero sin la autorización de la dama”, relató.

“El abanico se utilizó de muchas maneras, entre ellas, para atraer o enviar mensaje al caballero que era de la predilección de la dama, sin que se dieran cuenta los observadores, en especial la chaperona, que era aquella dama que nunca se logró casar y que se dedicaba desde que la joven dama nacía hasta que esta lograra casarse”, agregó.

Lenguaje del abanico

* Cuando la dama se colocaba el abanico sobre las mejillas: ‘Caballero, acérquese que usted me agrada’.

* Cuando la joven posaba el abanico sobre sus tiernos labios: ‘Discretamente, enviaba un beso al caballero de su predilección’.

* Cuando una joven posaba el abanico sobre sus sienes, lo que quería expresar era: ‘Pienso en ti de noche y de día’.

* Cuando la joven se abanicaba lentamente: ‘Estoy soltera y sin compromiso’.

* Si el caballero observaba muy seguido a la dama, esta se abanicaba rápidamente, indicando que: ‘Estoy casada o comprometida’.

* Cuando la joven se abanicaba y, discretamente señalaba hacia el lado, decía: ‘Te espero en el jardín de al lado. Con usted quisiera conversar’.

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